20 de junio de 2011

Educación vial para niños (7): viajando en coche

Dentro de este monográfico sobre Educación vial para niños, hemos pasado del niño que camina por la calle al que va en bici o en moto, hemos ido reflexionando sobre las dificultades de cruzar la calle e incluso hemos abordado el clásico problema que tienen los niños para distinguir entre ver y ser vistos.

Hoy vamos a hacernos cargo de cómo educar al niño en sus viajes en coche, algo que nos va a permitir sentar una base imprescindible para que nuestro niño comprenda que un coche es un vehículo, y no cualquier otra cosa, y además enseñarle a viajar en coche adecuadamente va a evitarnos muchos nervios al volante, que no es poco.

Educar es inculcar responsabilidad, y la responsabilidad de un comportamiento adecuado dentro del vehículo es algo que el niño debe aprender cuanto antes. Si lo tratamos como ese ser responsable que queremos que sea, tarde o temprano lo será. Desde luego es un proceso de aprendizaje que llevará su tiempo, pero a partir de los 4 o 5 años un niño ya puede comprender que en un coche hay unas ciertas normas que cumplir, algo que se materializará en muchos de sus comportamientos: desde usar el asiento infantil sin rechistar hasta no molestar al conductor.

Y es que, aunque parezca una obviedad, es necesario que el niño use un asiento infantil siempre. Y “siempre” quiere decir “en todo o en cualquier tiempo”. Si un día usamos la sillita y al día siguiente no “porque vamos aquí al lado“, además de incurrir en una soberana estupidez por cuanto uno no elige cuándo va a chocar o a ser chocado, estaremos rompiendo continuamente la cadena del proceso de aprendizaje del chavalín. ¿Que el niño se queja? Bien, pues a planteamiento subjetivo, respuesta objetiva: La sillita siempre es necesaria por su bien.

“¿Cuánto falta?“ es una de esas preguntas que, mal interpretada o mal contestada, puede llevarnos por la calle de la amargura. Cuando el niño nos pregunta cuánto falta, en realidad nos está avisando de su aburrimiento y de sus ganas por hacer algo diferente. Si pasamos del crío o lo abroncamos por preguntar, lo único que conseguiremos es que se ponga nervioso. Nuestro papel debe ser el de motivarlo con diversiones, y el suyo, el de no molestar al conductor ni a sus compañeros de viaje mientras se divierte.

Y, ¿cómo puede jugar un niño que viaja? Pues con un poco de todo: desde un simple “veo-veo” o unas partidillas al “ahorcado” hasta los juegos magnéticos más variados o el siempre socorrido DVD de dibujos animados, siempre que se emplee con moderación, que no es cuestión de criar hijos alelados. De hecho, en la variedad no sólo está el gusto, sino el éxito. Cuando el niño se canse de una cosa, que se pase a otra. Y si no, que vaya tarareando lo que suena en la radio. A su ritmo y sin agobiarse ni agobiar a los demás.

Pero hay más cosas que se pueden hacer, siempre dependiendo de la edad del niño, claro. Si de entrada hemos contado con él para planificar nuestro desplazamiento, desde un primer momento estará al tanto de cómo se va a desarrollar el viaje, dónde pararemos y dónde no, y se podrá incluso hacer una idea de cuándo, más o menos, llegaremos a nuestro destino. Si hemos contado con él para establecer puntos de descanso, tendremos un argumento de peso para rebatir su postura cuando pretenda que paremos el coche a la voz de ya.

Este es un resumen de los puntos que debemos tener claros cuando los niños viajan en coche. Como es lógico, hay que saber adaptar estas pautas de actuación a cada franja de edad y a cada niño en concreto. Y como no siempre llevamos a los niños en coche, en la próxima entrega de este Especial sobre Educación vial para niños hablaremos de cómo ir en autobús con ellos.